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Era una época de crítica general a Reagan en los medios, que hacían publicidad a los refomistas. La actividad en la Reforma alcanzaba su punto máximo. Se había formado incluso un grupo importante en el Congreso y el Senado, el Reform Caucus, con más de 100 miembros, entre ellos Dick Cheney, uno de los más interesados por la Reforma y quien estableció amistad personal con Boyd y los Acólitos. Pero los resultados no llegaban. El gobierno seguía derrochando dinero. A los reformistas tampoco les interesaba ser famosos, lo que querían de verdad era limpiar el Pentágono de impresentables. En este momento, Jim Burton tomó el relevo de Spinney.

La cruzada de Burton es famosa. Desde 1984 hasta 1986 peleó por el Vehículo de Combate de Infantería (VCI) M2 Bradley. El Bradley era una evolución del concepto de transporte de tropas blindado, al añadir poder de fuego desde el propio vehículo. La idea no era mala y ya había sido probada en los vehículos soviéticos BMP. Pero el desarrollo recordaba demasiado a otros fracasos: demasiadas misiones distintas, demasiada complejidad innecesaria. Para dotarlo de poder de fuego, se le puso una torre con un cañón de 25 mm, cuya potencia es ridícula contra cualquier edificación o carro de combate. Para esos menesteres, se le equipó con un lanzador doble del misil TOW, pero sólo lleva 5 y como cualquier misil tienen muchas limitaciones. Para mejorar su movilidad, se pensó en hacerlo…marítimo, tal como lo lees. Posteriormente esto fue reducido a anfibio, y en las últimas versiones esta capacidad casi desaparece por el aumento de peso. Después de añadir tantas cosas, la capacidad de transporte había caído hasta 6: menos de la mitad que la vieja caja de zapatos M113 e incapaz de llevar una mísera escuadra. El precio se había disparado y el peso impedía llevarlo en un C-130 Hércules, el transporte principal de Estados Unidos.

M2 Bradley
M2 Bradley

A Burton no le importaba mucho todo esto. Ahora trabajaba para el Secretario de Defensa, en concreto encargándose de los test de armas en proceso de entrar en servicio, lo que incluía al Bradley. Pues bien, el Army estuvo dos años involucrado en peleas burocráticas con Burton para evitar los tests, o hacerlos ´´ a su manera ´´ (lo que significaba hechos tan esperpénticos como rellenar los depósitos de agua para que no explotasen). Pero Jim no lo podía dejar pasar. Él era un reformista, luchaba contra la corrupción. Si Estados Unidos iba a la guerra, el Bradley jugaría un papel fundamental. Sólo en misión de transporte llevaría decenas de miles de soldados norteamericanos, cuya vida dependía de la seguridad que ofreciese el Bradley. Esa seguridad, aun siendo probablemente mejor que la del viejo M113, era muy baja e inaceptable en semejante ´´ maravilla ´´ de 22 toneladas. El vehículo era un montón de munición, combustible y soldados rodeado por una delgada lámina de aluminio, sin siquiera una capa de kevlar para impedir que la metralla destrozase a los del interior. Burton sabía que era una trampa mortal en un conflicto. Además, el Bradley aún no estaba operativo y la mayoría de la producción estaba por realizarse. Mejor corregir los errores en tiempo de paz que en medio de la guerra. Finalmente, consiguió que el Army llevara a cabo tests de fuego realistas e incluyese en los modelos de fábrica su lista de recomendaciones. Jim había obtenido algo que sin duda ha salvado muchas vidas, a pesar de la oposición del Army a que sus soldados usasen vehículos adecuados. Pero estaba exhausto. En 1986 decidió retirarse. Escribió un libro sobre sus peripecias, ´´ The Pentagon Wars ´´, que incluso ha recibido una versión en película, la cual puede encontrarse en castellano con el título de ´´ Juguetes de Guerra ´´.

El movimiento de la Reforma estaba desinflándose. Wyly seguía impartiendo las ideas de Boyd en Quantico, pero la opinión sobre el gobierno Reagan había pasado a ser positiva en general. A los medios de comunicación ya no les interesaba la Reforma ni las chapuzas del gobierno y el Pentágono. Los reformistas no obtenían éxitos y poco a poco estaban siendo expulsados del mundo militar, aislados y confinados. Los Acólitos, salvo Wyly, estaban todos exhaustos de pelear contra la incompetencia para sólo obtener desprecio a cambio. Boyd se mudó a Delray Beach, Florida, para retirarse. En el 89 unos colaboradores de la revista de los Marines se interesaron por sus ideas y utilizaron algo de su material, y definieron lo que conocían como generaciones de guerra: la primera había sido la de las tropas masificadas; luego, el poder de fuego masificado (éstas dos serían guerra de desgaste); la tercera y actual, la guerra de maniobra; la cuarta y futura, la guerra asimétrica que planteaban las guerrillas y el terrorismo, un tipo de conflicto en el que la guerra sería difícil de distinguir de la paz. Aparte de eso, se aburría. Tenía 60 años, cifra a partir de la cual se deja de ser ´´ de media edad ´´ para pasar a ser un anciano. Fingía que era feliz, pero no lo era. Toda su energía parecía haberse esfumado. Ya no había llamadas a medianoche ni gritaba a la cara de los generales. Ya no era Forty-Second Boyd, era el Coronel del Ghetto. Pasaba todo el día hurgando entre sus libros y añorando los viejos tiempos. ¿Se habían acabado las batallas? ¿Tocaba ahora una elegante retirada y jubilación?

Eso parecía hasta que, la noche del 1 al 2 de Agosto de 1990, Sadam Hussein invadió Kuwait. La reacción del presidente Bush y los aliados de Estados Unidos fue fulminante. Se decidió llevar a cabo una campaña terrestre para reconquistar Kuwait y, supuestamente, deponer a Sadam. Algo que no se conoció hasta después de la guerra es el plan presentado inicialmente por el comandante en jefe de las operaciones, Norman Schwarzkopf. Quería un ataque directo contra las fuerzas iraquíes ocupando Kuwait, al más puro estilo americano, guerra de desgaste, mano a mano. El último hombre en pie gana la batalla. Dick Cheney, por entonces Secretario de Defensa e influido por las ideas de Boyd, no podía dejarle hacer eso. Hasta aquí llega la versión más o menos conocida. Ahora nos adentramos en algo que al principio fue cuestión de rumores, pero de lo cual hay evidencias que indican que es verdad.

Por lo que se ve, Cheney llamó a Boyd a Washington poco después de la invasión. Los planes presentados como alternativa por los oficiales de academia eran ridículos, apenas ligeras variaciones del plan de Schwarzkopf. Boyd fue quien ideó el plan que llevó al éxito. Se basaba en un engaño: los Marines fingirían un desembarco para centrar la atención iraquí allí. El golpe real lo daría el Army, envolviendo por el Oeste al ejército de Sadam.

Los LHD y fuerzas de desembarco de los Marines se acercaron a la costa. Tres días antes del inicio de la invasión, algunas fuerzas se infiltraron en las líneas iraquíes, creando confusión, incertidumbre, engaño. Por supuesto, tuvo mucho que ver la tarea de destrucción del centro de mando iraquí por los bombardeos. Tras esta cortina, el Army maniobraba y se colocaba lo más al Oeste posible, donde la vigilancia iraquí era mínima. El día de la ofensiva, arrollaron toda resistencia. El paso no fue todo lo rápido que pudo ser, pero al finalizar el día estaban corriendo por el desierto en dirección al Tigris. Poco después los Marines penetraban por tierra hacia Kuwait City. El segundo y tercer día, se lanzaron paracaidistas al Norte de las posiciones iraquíes: la pinza se había cerrado. Casi sin pegar un tiro, el enemigo se rendía por decenas de miles. Cuando la ofensiva se canceló el cuarto día, los aliados no sólo habían liberado Kuwait sino que ocupaban 1/6 del territorio iraquí y tenían vía libre hacia Bagdad. Gracias a Boyd, Estados Unidos obtuvo la Guerra del Golfo, una de las victorias de las que está más orgulloso. En 100 horas de campaña, todo un ejército fue descuartizado y reducido a hordas de hombres rindiéndose o huyendo.

John estaba eufórico. Era la prueba de fuego para su teoría, y había ganado. Todo el mundo le felicitaba. Al final, Boyd había tenido razón en todo. A raíz de la excelente actuación del A-10, éste se salvó del retiro prematuro al que la USAF quería condenarlo. El tan cacareado B-1, en cambio, ni siquiera había participado. Cuando el general Richard Neal apareció en televisión para hablar sobre la victoria y los iraquíes rindiéndose en masa, aseguró que se debía a que ´´ nos metimos dentro de su ciclo de decisión ´´. ´´ ¡Hijo de puta! ´´, gritó Spinney, que lo estaba viendo. Llamó a Boyd: ´´ Todo sobre la guerra fue tuyo. Está todo en Tendencias.´´

Krulak
Charles Krulak
Charles Krulak, quien llegó a ser comandante del Cuerpo de Marines, da la opinión más clara: ´´ El ejército iraquí se colapsó moral e intelectualmente bajo el impacto de las fuerzas americanas y de la coalición. John Boyd fue un arquitecto de la victoria, como si hubiera comandado un ala de caza o una división de maniobra en el desierto. ´´ Pero no sólo eso, sino que ´´ las victorias futuras también le pertenecen. ´´ Boyd sigue presente, en las tácticas de los pilotos, en el diseño de los aviones, en la guerra y en cualquier actividad que requiera derrotar a un adversario. Sus logros han dejado una marca tan profunda que jamás será olvidada.





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