Formado el comando, se diseñó la operación. El plan era trasladarse
y montar la “base” en la ciudad portuaria de Algeciras, ya que dada
su situación geográfica, era la localización idónea.
Allí se harían pasar por inofensivos turistas, aficionados a la
pesca, teniendo así una excusa para pasar horas en su embarcación
pescando, y entre pez y pez, analizar cuidadosamente la situación de la
base inglesa. Una vez analizada la situación y el entorno, se aguardaría
a la entrada en la base de algún barco militar británico, se consultaría
con Anaya y se actuaría en base a las órdenes recibidas. Para hundirlo,
se recurriría a dos minas magnéticas de fabricación Italiana
cada una con 25 kilogramos de Trytol. El problema de introducirlas en el país
se solventó recurriendo al sistema de valija diplomática. Se enviaron
tres minas que se camuflaron en una especie de boya y fueron enviadas a la embajada
argentina en Madrid, evitándose así cualquier intromisión
ajena.
Vista aérea de la bahía de Algeciras, que nos da una idea
de la situación táctica
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Una vez se contase con un objetivo que cumpliese con los requisitos, habrían de aguardar a una noche oscura (Sin luna o nublada), e internarse en el agua con ayuda de un bote. Una vez en las proximidades de la base, se acercarían con el bote hasta una distancia segura, tras lo cual Nicoletti y el Marciano se lanzarían al agua, quedando en la embarcación Latorre, que tenía instrucciones de hundir el bote y huir en solitario si tras un tiempo estipulado, los buzos no volvían. Ambos continuarían su camino buceando para evitar ser detectados. Colocadas y programadas las minas, volverían al bote y se dirigirían a la playa. Desde allí se dirigirían a Barcelona y partirían a Italia, desde donde volverían a Argentina.
La ejecución
Estando todo listo, Nicoletti y Latorre partieron hacía París desde el Aeropuerto de Ezeiza (Buenos Aires) el 24 de Abril donde cambiarían de vuelo para llegar a Málaga, pero en lo que se supone que debía ser una mera escala, ocurrió el primer contratiempo. Para desvincular totalmente la operación con el gobierno argentino, se recurrió a pasaportes falsificados. Estos fueron confeccionados por otro ex-montonero, Víctor Basterra, pero a pesar de la reputación de este falsificador, este último trabajo había resultado bastante pobre (Vistos al transluz podía apreciarse la marca del fabricante del papel), y las autoridades francesas se percataron de inmediato. En este incidente tenemos una incógnita que aún queda sin resolver de esta operación y que más adelante será comentada.
A pesar de lo ocurrido, se permitió a Nicoletti y Latorre continuar su viaje. Una vez en Málaga, se hospedaron en un hotel en Estepona. Tras unos días empleados en preparar el terreno y observar el entorno, se dirigieron a Madrid donde pasaron unos días y se encontraron con Rosales y el Marciano. Tras ello se dirigieron a la oficina del Agregado Naval Argentino en Madrid, que ya había recibido las minas desde la embajada. En ese momento terminaba la etapa “fácil”, ya que hasta entonces, no tenían de que preocuparse, pero desde la recogida de las minas, el comando tenía que transportar en un largo viaje 75 kilogramos de alto explosivo en forma de minas submarinas, que además eran bastante voluminosas (60 centímetros de diámetro). Además estaba el agravante de que en breve se celebraría un mundial de fútbol en España y se temía por un atentado de la banda terrorista ETA, por lo que se incrementó la seguridad y por ende los controles de carretera. Para moverse por España, Nicoletti alquiló un coche en Málaga, y en Madrid se alquilaron otros 2. Para evitar ser descubiertos, en primer lugar iba uno de los coches, seguido por el segundo a 10 minutos y finalmente el tercero, en el cual se transportaban las minas, a 20 minutos. Con esto se pretendía burlar cualquier control de carretera, dando tiempo al coche con las minas a variar su rumbo sin levantar sospechas.
El viaje hasta Algeciras se desarrolló sin incidentes y allí se alojaron en un hotel. Para moverse por la costa compraron en el Corte Inglés un bote inflable a motor y que posteriormente usarían para realizar el minado del objetivo. En sus salidas de pesca, en las que se movían con total libertad por la zona, comprobaron que las medidas de seguridad eran bastante escasas y por tanto estimaron que la operación era finalmente realizable.
El primer objetivo que cumplía los requisitos era un pequeño minador atracado en puerto, pero por un lado se trataba de un objetivo bastante modesto, y por otro, en aquellos momentos, Argentina buscaba una solución diplomática al conflicto, que habría fracasado en el momento que se produjese el ataque. Es por esto que a pesar de la llegada a puerto de algunos posibles objetivos como un destructor o un buque de aprovisionamiento, siempre que el comando solicitaba permiso para ejecutar la operación, éste le era denegado. Todo cambió cuando a las 16:01 del 2 de Mayo el crucero ARA General Belgrano de la Armada Argentina es torpedeado y hundido encontrándose fuera del área de exclusión establecida por Reino Unido. Al no haber vuelta atrás y quedando patente el fracaso de la vía diplomática, el 3 de Mayo Anaya da luz verde a Nicolleti. El primer barco militar inglés que entrase en Gibraltar sería minado.
HMS Ariadne
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La incógnita sin resolver que mencionaba antes se plantea en porque buscaba la policía a unos argentinos. Una posibilidad era que en los meses previos, un grupo de argentinos y uruguayos habían perpetrado un atraco a un banco de la zona y por ello, la policía les seguía la pista. La otra consistía en que las autoridades francesas, al percatarse de la falsedad de los pasaportes, alertase a las autoridades españolas y británicas.
Volviendo a la detención, hay que destacar que solo participaron efectivos españoles y que en palabras del propio Nicoletti, el trato fue ejemplar. Según comenta, al despertarse con los policías allí, su primera frase fue “Me parece que perdimos ¿No?”, “Pues si, hombre” contestó el policía. Tras explicar todos los aspectos de la misión, Nicoletti propuso a los agentes ir a almorzar, a lo que éstos accedieron. Ya durante la comida, en un ambiente más distendido, uno de los agentes comentó bromeando “Hombre, si llego a saber que estabais por hundir un barco inglés os dejaba”.
En aquellos momentos se encontraba en Málaga el presidente del gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo, que para evitar cualquier fuga de información y que el asunto trascendiese más, ordenó embarcar a los 4 argentinos y a otros 4 efectivos policiales en su propio avión y despegar inmediatamente rumbo a Madrid. Eso fue a las cuatro de la tarde, poco más de 3 horas tras la detención. Una vez en la capital, salieron desde el aeropuerto de Barajas rumbo a las Islas Canarias acompañados de la policía, donde hacían escala para su destino final, Buenos Aires, viaje que ya harían solos.
Con esto finalizaba la operación Algeciras, quedando en el aire la incógnita de que fue lo que puso tras la pista a la policía y más importante aún, si Anaya estaba acertado en su planteamiento de atacar a la Royal Navy en Europa.